martes, 21 de enero de 2014

Seseando Con Zeta

Había una vez tres letras, la ce «C», la ese «S» y la «Z». Eran muy distintas entre sí, pero la gente solía confundirlas. La C estaba cambiando la voz; a veces sonaba como Coco, con carraspera, y otras, como Cielo, celestialmente. La Z solía imitar a la S en la forma de hablar: silbaba; sin embargo, la poco zonza Z, en algunas zonas, zarandea la lengua en el paladar, sólo para llamar la atención.
Un día soleado de verano, las tres letras se encontraban jugando a las escondidas en la veredas de Abecedario, el barrio en el que vivían. La C, cortante como carnicero con cuchillo, les dijo que quería jugar a otra cosa, al famoso juego de los verbos. S y Z saltaban y zapateaban de alegría, pero ¿cómo se jugaba?, si apenas sabían escribir... En ese mismo instante, el papá de la S, sarpado en sátrapa, le dijo a su hija que debía entrar para tomar la merienda. S obedeció. La C, cizañera, le dijo a Z que jugaran igual, que no esperaran a S. Z, sin saber cómo jugar, accedió. Empezó por cambiar las conjugaciones. Le dice a C que hay que empeZar, que deben avanZar, que C empieCe, que ambas avanCen. C debe conduCir, pero le pareCe que no va a poder, por eso le dice a Z que conduZca, que aunque le pareZca mal debe hacerlo. Y así se pasaron 43 minutos, intercambiando la Z y la C en los verbos que terminaban con sus letras: aducir, aduzco; crecer, crezco; comenzar, comience; cruzar, cruce. Antes de la I y la E debía ir la C. Antes de la O, la A o cualquier otra letra tenía que ir la Z.
Y sí..., la S salió de su casa y se encontró con las amigas jugando sin parar. ¿Qué hizo? Decidió jugar sola. Se tiró a descanSar, descanSó; pero se puso a toSer, toSió bastante. Finalmente, decidió ir a coSer, coSía con un hilo y dos agujas. La S decidió que siempre iba a jugar sola al juego de los verbos, que nunca les iba a dejar espacio a la C y a la Z en sus conjugaciones.
Amigas en el habla, enemigas en la escritura, algunas comparten y otras se apartan. Qué lindo es jugar.

Delco